miércoles, 15 de agosto de 2007

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2 comentarios:

Gema Santos dijo...

Hola a todos, mi nombre es Gema, soy de un pequeño pueblo llamado Villa del Campo de la provincia de Cáceres y este verano del 4 al 12 de agosto estuve en Taizé.Desde entonces hasta ahora he tenido pensamientos muy contrarios que ahora quiero compartir.

Mi vida siempre ha estado llena de altibajos,desde muy joven. Mi familia siempre ha sido muy creyente por ambos lados, y yo decidí por mi misma seguir en la misma línea, por la fe que me habían inculcado. Pero cuándo tenía esos altibajos me apartaba de la iglesia, de mi fe. Algunas veces oía una voz interior que me decía "¿otra vez me vas a abandonar?", así que cuándo salía del túnel volvía a tomar las riendas del camino.

Antes de ir a Taizé estaba realmente bien, todo iba bien, el trabajo, las amistades, la familia. Mi fe en Dios era grande. A veces pensaba en lo bueno que podía ser el cielo, ir allí y volver a ver a tus seres queridos. Pero amaba realmente la vida, y me decía que todavía quedaba mucha labor por hacer.

Cuándo fui a Taizé, al principio todo eran nervios, el cansancio del camino, muchas charlas, reuniones, mucha gente, y yo lo que deseaba era dormir un poco.

Tantas actividades a lo largo del día, bonitas pero cansadas.

Al principio me sentí sola, y después a los pocos días logré adaptarme a lo que hay allí.

Para mi lo mejor de Taizé ha sido poder compartir experiencias con gente que siente lo mismo que tú, y que antes nunca había contado.

Las oraciones en la Iglesia grande me parecían un rollo. No quería entrar, pero cuándo entraba, no quería salir, los cantos se fueron metiendo dentro de mi y sentía un paz increible y maravillosa. Pensé que si existía un cielo debía ser parecido aquello.

La verdad es que al final con tanta actividad, aunque cansada lo pasé realmente bien. Tanto que me enamoré de allí, y al volver a casa, llegué enfadada, muy enfadada, no entendía que me pasaba. Aparte de estar como en una nube, como se que le ha pasado a algunos de vosotros, estaba enfadada con Dios, lo que sentía era que no quería haberme venido de allí, estaba allí tan bién que luego no conseguía adaptarme a la vida en el pueblo. Llevo dos meses de baja, y parece que ahora empiezo a ver un poco la luz, dejé la actividad parroquial de lado y ahora he vuelto, gracias a mi médico, a mi madre que aunque mayor es maravillosa y a la gente sencilla que vive aquí. Esta vez no abandoné al Señor, aunque estaba enfadada con él, seguí rezando y mis oraciones han sido escuchadas.

No se muy bien, pero cuándo los apóstoles estaban en el Monte Tabor, creo o el Talmud, San Pedro no quería bajar a la Tierra, y Jesús le dijo que aunque se estaba muy bien en la Gloria había que volver de nuevo a la realidad para continuar haciendo la labor del Padre. "A mi esta realidad casi me mata".

Alguien me animó a que escribiera mi testimonio, y por fin lo he hecho.

Besos a todos, en especial a los que compartieron esta experiencia conmigo.

Gema Santos dijo...

Hola a todos, mi nombre es Gema y soy de un pequeño pueblo llamado Villa del Campo de la provincia de Cáceres y este verano del 4 al 12 de agosto estuve en Taizé. Desde entonces hasta ahora he tenido pensamientos muy contrarios que ahora quiero compartir.

Mi vida siempre ha estado llena de altibajos, desde muy joven. Mi familia siempre ha sido muy creyente por ambos lados, y yo decidí seguir en la misma línea, por la fe que me habían inculcado. Pero cuándo tenía esos altibajos me apartaba de la iglesia, de mi fe. Algunas veces cuándo peor estaba oía una voz interior que me decía "¿otra vez me vas a abandonar?", así que cuándo salía del túnel volvía a tomar las riendas del camino.

Antes de ir a Taizé estaba realmente bien, todo iba bien, el trabajo, la familia. Mi fe en Dios era grande. A veces pensaba en lo bueno que podía ser el cielo, ir allí y volver a ver a tus seres queridos. Pero amaba realmente la via, y me decía que todavía quedaba mucha labor por hacer y mucho que aprender.

Cuándo fui a Taizé, al principio todo eran nervios, el cansancio del camino, muchas charlas, reuniones, mucha gente, y yo lo que deseaba era dormir un poco.

Tantas actividades a lo largo del día, bonitas pero cansadas.

Al principio me sentí sola y después a los pocos días logré adaptarme a la vida de allí.

Para mi lo mejor de Taizé ha sido poder compartir mis experiencias con gente que siente lo mismo que yo y que antes nunca había contado.

Las oraciones en la Iglesia Grande me parecían un rollo. No quería entrar, pero cuándo entraba no quería salir, los cantos se fueron metiendo dentro de mi y sentía una paz increible y maravillosa. Pensé que si existía un cielo debía ser parecido aquello.

La verdad es que al final con tanta actividad, aunque cansada lo pasé realmente bien. Tanto que me enamoré de allí y al volver a casa llegué enfadada, muy enfadada, no entendía que me pasaba. Aparte de estar con en una nube, mi corazón seguía allí y no quería volver, así que me enfadé con Dios.

No era capaz de adaptarme otra vez a la vida en el pueblo. Llevo dos meses de baja y parece que ahora empiezo a ver un poco la luz, dejé la actividad parroquial de lado y ahora he vuelto, gracias a la gente que me rodea y especialmente mi madre, que aunque mayor es maravillosa. Esta vez no abandoné al Señor, aunque enfadada seguí rezando y mis oraciones fueron escuchadas.

No se muy bien, pero cuándo los apóstoles estaban en el Monte Tabor, creo, San Pedro no quería bajar a la Tierra y Jesús le dijo algo así como que aunque se estaba muy bien en la Gloria, había que volver de nuevo a la realidad para continuar haciendo la labor del Padre.

Alguien me animó a que escribiera mi testimonio y por fin lo he hecho. Gracias Guada.

Besos a todos, en especial a los que compartieron esta experiencia conmigo.

Un abrazo muy fuerte de Gema